domingo, mayo 24

El Niño De Cerro El Plomo

Aún a pesar de que el niño de ocho años había pasado la noche con fiebres altas y diarreas, debido al parásito Trichinella que habitaba en su cuerpo, y que le había provocado la triquinosis, fue despertado al alba a fin de proceder a prepararlo para lo que había sido elegido: el sacrificio. Aún tenía fiebre y sufría grandes calambres y dolores por la enfermedad; para aliviarlo le dieron a mascar hojas de coca.

Lo vistieron con una túnica cora de color negro, hecha con finísimas telas de alpaca y vicuña, con trozos de piel y flecos de lana y lo cubrieron con una manta gris con listas rojas y azul-verdosas. Calzaron sus pies con mocasines de cuero bordados en las orillas, colocaron brazaletes de cobre en sus manos y peinaron su larga cabellera en más de doscientas trenzas, colocando sobra cada una de ellas un cintillo de color negro del cual colgaban hilos de lana negra. Sobre su frente lucía una diadema en forma de dos medialunas y adornaron su cabeza con un tocado de plumas. El se dejaba hacer.


Poco antes de emprender el largo camino hacia el lugar del sacrificio, pintaron su cara con pigmentos rojos y amarillos y le hicieron entrega de dos bolsas, una de lana y otra de plumas, para llevar las hojas de coca. Igualmente le dieron otra de cuero conteniendo lana roja, trozos de uñas y restos de pelo, recuerdos de los ritos del pasaje de una edad a otra, (costumbres andinas), una figurita de oro, otra de plata y una concha probablemente traída del trópico.


Y así, ricamente ataviado con esta indumentaria, emprendió junto a la comitiva el ascenso hacia lo alto de la montaña, hasta llegar al santuario.

Durante el camino fue tratado con mimo, pero aún así, seguramente debido a sus calenturas, sufría escalofríos y temblores. Las plantas de sus pies se iban llenando de llagas, ya fuera por la agresividad del suelo, o por el calzado poco adecuado para ello que llevaba. Cuando el final del camino estaba próximo, le dieron a beber una especie de brebaje con contenido alcohólico y narcótico procedente de hierbas, con el fin de adormecerlo y hacerle más llevadera su salida de este mundo.

El santuario estaba ubicado a una altitud de 5.200 metros, lugar conocido como Cerro Plomo, una de las cumbres más altas de la cordillera de Los Andes, niño fue depositado en una oquedad excavada en el gélido lugar denominada enterratorio, y posteriormente cubierto con lajas. Cercano a él, fue enterrada una estatuilla femenina hecha en plata y vestida con una larga falda, amarrada con una faja a la cintura, con una manta en la espalda, un gran tocado de plumas de aves selváticas en la cabeza, y con adornos y bolsas a la manera del muchacho.

Después de hecho todo esto, la comitiva retomó el camino de regreso y el quedó sólo. Aunque narcotizado, en el fondo de él brillaba una luz de conciencia que le hacía sabedor de que eran sus últimos momentos de vida. . La oscuridad de su nicho aumentó su temblor y su miedo. Se acurrucó de modo fetal, a fin de protegerse y de combatir el frío y cerró los ojos. Su cuerpo fue bajando de temperatura y la hipotermia le provocó sopor y la muerte.

En los últimos instantes de vida vomitó y defecó sobre sí mismo. Así terminó su corta existencia.

(El Niño de Cerro El Plomo en su urna)

En esta misma posición fue descubierto el día 1 de Febrero de 1954, quinientos años después por dos arrieros buscadores de minas. Ni su cuerpo ni su indumentaria habían sufrido cambio alguno a través del tiempo.

Análisis posteriores revelaron que el niño no fue ni agredido ni torturado antes de su sacrificio, que gozó de excelente salud en vida, independientemente de la triquinosis que contrajo, y que se alimentaba de vegetales y carne, probablemente de cerdo salvaje, lo que podría habersela originado.

Sus restos liofilizado fueron introducidos en una urna de cristal refrigerada y colocada en el sótano del museo más importante y con tradición de Chile, como una verdadera reliquia que ha conseguido vencer el paso del tiempo. Está alejada del público en general.

(El Imperio Inca mantenía ceremonias de culto en el Santuario de altura del Cerro El plomo al dios Sol (Inti). Dichas ceremonias se realizaban ante ciertos acontecimientos como guerras, muertes o enfermedades de los gobernantes, y durante los solsticios. Según la importancia de la celebración, se hacían sacrificios humanos de hombres y mujeres jóvenes e incluso niños.)

Fuente de Datos:

*"Cielo de Serpientes" - Antonio Gil, 2008 - Editorial Seix Barral/Biblioteca Breve

*Revista chilena de radiologia


6 comentarios:

Juan Duque Oliva dijo...

Pobrecito el niño, que culpa tenía el de nada, mira que dejarlo enterrado vivo bajo unas lozas.

Que costumbres, así pareceran algunas de las nuestras dentro de unos cientos de años

Besos

El Bosque Olvidado dijo...

Interesante la historia
Cada sociedad tiene sus crueldades. Es por eso que pienso no debería tratarse de victimario al español de la conquista, porque losque habitaban estas zonas, tenían de las suyas también, como estode losniños, o arrancar el corazón a la víctima estando viva. Mon Dieu! Esta humanidad!
Os saluda
Doña Guiomar de Ulloa

josef dijo...

Una historia preciosa y terrible...pero así es la vida...misteriosa...

Laulán dijo...

Luz de Gas, ya ves que no se tenía en cuenta para nada lo que el niño pudiera pensar o sentir. Tal vez incluso él mismo pensara que era su deber terminar así.

Pues ojalá que dentro de esos cientos de años se vean nuestros actos para con los pequeños de ahora como una aberración. Eso significaría que se habrán erradicado los problemas de hoy en cuanto a la infancia.

Besos

Laulán dijo...

El Bosque Olvidado, totalmente de acuerdo contigo. Cada pueblo tiene sus costumbres y sus historias, aunque éso no debe implicar el sufrimiento de los inocentes.
Pero así es la Historia.

Besos

Laulán dijo...

Moderato_don_Josef, y tantos misterios y costumbres aún que nos quedan por descubrir. Nunca llegamos a aprender del todo.

Un abrazo