miércoles, agosto 11

Doña María Coronel

María Fernández Coronel nace en la calle Arrayán de Sevilla, en el año 1334. Joven inmensamente bella, los quince años el infante don Juan de la Cerda, señor de Gibraleón, se enamora localmente de ella, tanto de su belleza como de la discreción que la caracterizaba, por lo que la solicita en matrimonio el cual se llega a realizar.

Por aquellas fechas, el rey de castilla Don Pedro I el Cruel, hombre sin escrúpulos y de carácter violento y arrojadizo, conocido tanto por su crueldad como por su valentía, conoce a Doña María e inmediatamente queda prendado de su hermosura y comienza a acosarla y asediarla insistentemente.
Intentando evitar en la medida de lo posible esta situación y los incómodos encuentros con el monarca, Doña María se apartó de la corte y de toda vida social.

Un Año después comienza la guerra civil entre el rey don Pedro y el hermano de éste, don Enrique de Tratamara. Don Juan de la Cerda, el esposo de Doña María, se pone al servicio de don Enrique, con tan mala fortuna que cae preso y es condenado a muerte. Fue trasladado al castillo de …a la espera de su ajusticiamiento tal y como ordenaban las leyes en los casos de rebelión. Todo estaba preparado para el acontecimiento, a la espera de la confirmación de la sentencia del rey, que en esos momentos se encontraba en Tarragona.


Conocedora de tan trágicas noticias, Doña María decide solicitar el indulto al rey, y se traslada a Tarragona llegando a la misma tres semanas después. Para entonces Don Juan de la Cerda ya había sido ejecutado en la Torre del Oro, pero Don Pedro, a fin de conseguir a la hermosa mujer, le ocultó este hecho y le prometió el perdón de su marido. Sin embargo la joven descubrió el engaño y destrozada regresó a Sevilla. Tanto los bienes de su esposo, como los de ella les fueron confiscado, por lo que la joven, que contaba veintitrés años, quedó sumida en la pobreza y llorando su viudedad.
A esto se unió que don Pedro no cedió en sus intentos, continuando sus asedios e insinuaciones a Doña María, quien desesperada decidió refugiarse en el convento de Santa Clara, donde profesó en el año 1360.
Pero don Pedro no se daba por vencido, empecinado en conseguir a Doña María, un capricho que se le resistía, ordenando que la sacaran de la clausura para poder poseerla. Reacia a tales órdenes, Doña María se hizo enterrar viva en el jardín a fin de no ser encontrada. La búsqueda que realizaron por todas partes resultó inútil, produciéndose el hecho de brotar la hierba sobre la tierra de la falsa tumba recientemente removida, adquiriendo el aspecto de externo de todo el entorno en el momento en el que los enviados a buscarla se aproximaron a ella.

No satisfecho y pasados unos días, don Pedro se presentó personalmente en el convento, encontrándose con Doña María y obligándola a llevársela por la fuerza. Viendo que no tenía escapatoria, ésta tomó un recipiente con aceite hirviendo y le dijo:
“Pues que mi rostro os parece hermoso y por ello no cesáis en vuestro acoso, será fuerza quitar la causa para que desaparezca el efecto.”
Y acto seguido se volcó sobre el rostro el aceite hirviendo, produciéndose gravísimas quemaduras que la desfiguraron completamente.

Cuentan que don Pedro, admirado ante el valor y la entereza de la joven, se comprometió a concederle las mercedes y favores que pidiera. Ella le reclamó los bienes que le habían sido confiscados, pero el rey se negó a ello faltando a su promesa. Les fueron devuelto por su hermano don Enrique de Trastamara, hermano de don Pedro, y una vez conseguidos, ella ordenó que en el lugar donde antes había estado levantado el palacio de sus padres, y que había sido demolido por su perseguidor, se edificara el convento de Santa Inés , adonde se trasladó desde el de Santa Clara con cuarenta monjas.

 
Doña María Coronel murió el 2 de Diciembre de 1411, a los setenta y siete años de edad.

Durante 215 años permaneció enterrada en el coro. En 1626 se decidió trasladar sus reliquias hallándose al abrid el ataúd su cuerpo incorrupto, con el rostro y el cuelo todavía marcado por las quemaduras.
Ocurrió también que al ser introducida en el nuevo ataúd, éste resultaba pequeño para su cuerpo, por lo que ante una orden de la Abadesa, el cuerpo de Doña María se encogió milagrosamente para tener cabida en el mismo.

Puede visitarse todos los días 2 de diciembre de cada año en la Iglesia de Santa Inés en Sevilla.

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