domingo, agosto 30

Las Momias De Llerena

Las momias de Llerena fueron descubiertas en el año 1964 durante los trabajos de restauración en la plaza y en el interior de la iglesia de la Virgen de la Granada, en la localidad de Llerena (Badajoz).

Al derribar un muro intentando encontrar los restos de la antigua fortificación alminar, los trabajadores se toparon con una puerta que a duras penas consiguieron abrir. Tras ella les esperaban más de dos mil cadáveres y restos de otros tantos (posteriormente llegarían a pasar los seis millares), algunos de los cuales se encontraban momificados.

Las extrañas posiciones de los restos, y las tremendas expresiones de horror que reflejaban los mismos dejaron asombrados a sus descubridores. A todas luces se intuía que allí se había producido un emparedamiento colectivo.
Se habló de víctimas de la Inquisición o de la Guerra Civil, y por motivos que se desconocen el muro fue otra vez tapiado, quedando nuevamente los restos de los cuerpos encerrados y olvidados en su prisión permanente.

Quince años después, en 1979, la Dirección General de Bellas Artes emprendió la tarea de recuperar el Patrimonio Histórico y Llerena no podía ser menos.

Se emprendieron los trabajos y como ocurrió en el año 1964, al llegarle el turno a la Iglesia de la Virgen de La Granada, fueron reencontrados los restos ocultos, junto con objetos de la época que habían pertenecido a los mismos, tales como rosarios, botones, monedas, hebillas de zapatos y cruces entre otros.

Con el apoyo del Ministerio de cultura se procedió al estudio y la clasificación de los miles de cuerpos, cuyo estudio fue llevado a cabo por los departamentos de Antropología de las universidades de Extremadura, Madrid, Barcelona y Sevilla.
El resultado del mismo fue aterrador: Se trataba de restos anteriores al siglo XVII, algunos de los cuales presentaban fracturas ocasionadas presumiblemente por violentos golpes, cráneos aplastados. El rictus de horror en sus rostros era clara evidencia de muertes marcadas por la tortura y el sufrimiento.

Dado que junto a ellos fueron igualmente encontrados instrumentos de torturas de la época (alguno de los esqueletos conservaban un objeto de tortura rodeándole el cuello), se relacionó el genocidio con la Inquisición Española, durante la cual Llerena fue una importante sede en el siglo XVI, y en cuya plaza se celebraban autos de fe.

Otras investigaciones realizadas revelaron que las momias que se conservaban habían sufrido un proceso de saponificación, lo cual revela que habían sido, tal y como se apuntó en los primeros momentos de su descubrimiento, a un emparedamiento colectivo.

Este tipo de enterramiento en vida, provoca un proceso mediante el cual la grasa corporal se transforma químicamente en una masa de color gris y de tacto granuloso y compacto, dando lugar en los restos a un extraño color grisáceo, síntomas que presentan los cuerpos descubiertos.

Sin embargo, los análisis efectuados a algunos de los restos determinaban que se trataba de restos de otras épocas, dejando así la incógnita del enterramiento masivo en un lugar en el que en la época en que se produjo contaba con una comunidad ínfima de habitantes.

A pesar de que los investigadores siguen trabajando sobre este descubrimiento tratando de esclarecer las dudas que presenta el mismo, no hay ninguna sobre la terrible muerte que tuvieron los mismos, ni del horror que se refleja en sus momificados rostros. Un horror y un dolor que no descansan y que han quedado tal y como han quedado ellos: retenidos en el tiempo.

Para conocer más: Más Allá De La Visión

lunes, agosto 17

Yusef Antoun Mahklouf (San Charbel)

Yusef Antoun Mahklouf (conocido posteriormente como San Charbel), nació en el pueblo de Beqakafra, a 140km. del Líbano, capital libanesa, el 8 de mayo, de 1828.

Hijo de padres campesinos y humildes, siente ya desde pequeño una inclinación hacia lo místico y seglar, siendo ordenado sacerdote en 1859.
Realizó una vida monástica en el monasterio de San Marón de Annaya, llevando una vida ejemplar y obediente tal y como obligaba la orden, y dedicándose por entero al cuidado de enfermos y necesitados. Decía que en muchas ocasiones le hablaba Dios.

Su vida ejemplar dejó de existir el 24 de Diciembre 1898, cuando contaba setenta años de edad. Charbel Makhlouf fue enterrado el cementerio del convento, pero un año después, a causa de lluvias torrenciales que provocaron un enorme barrizal, fue necesario rescatar el ataúd que quedó medio al descubierto, para trasladarlo al un sitio menos expuesto.
Preocupados por el daño que la intemperie hubiera podido provocar en el féretro, se pensó que lo mejor era trasladar el cadáver a uno nuevo. La sorpresa fue inmensa pues el cuerpo no solamente estaba incorrupto, sino fresco y flexible en sus miembros, como el de un durmiente.

Los frailes entonces lo depositaron de nuevo en el féretro y, dejándolo al descubierto, lo expusieron a la piedad de los devotos, donde pudo constatarse otra inquietante singularidad: el cadáver transpiraba.
Lamentablemente no se tuvo mucho cuidado, y en los veintiocho años que el cuerpo quedó visible y accesible a curiosos y devotos, su rostro padeció el asalto de los maniáticos que quisieron llevarse reliquias, hasta que en 1927 se decidió que había que volver a depositarlo entre los muertos.

Encerrado en un ataúd nuevo de cedro forrado de plomo, el cadáver del padre Charbel fue colocado en un nicho abierto en una de las paredes de la cripta de la iglesia Annaya, y su sepulcro fue sellado con fecha 24 de junio de 1927.

Veintitrés años más tarde, ya en 1950, un fraile descubrió asombrado que esa pared rezumaba una cerosa humedad. Puso sus dedos y los retiró de inmediato: estaban cubiertos de sangre. Lo que él pensó que era humedad se trataba en realidad de sangre.
Una vez más se procedió a exhumar el cadáver y éste apareció igual que en 1927. Esta vez estuvieron presentes en el acto del desentierro una comisión eclesiástica y una delegación científica. Durante dos años esta delegación estuvo estudiando el caso y éste fue el informe emitido en 1952:

“La delegación médica y científica no puede dejar de constatar la evidencia de los hechos, su carácter excepcional y la ausencia de toda intervención humana. Nunca se procedió, ni en el pasado ni ahora, a embalsamar el cuerpo del monje”.

Nuevo féretro y tercera exhumación. El siete de agosto de 1956 se quiso llevar en gran secreta una última averiguación y se volvió a abrir el ataúd: las paredes externas de éste estaban salpicadas de sangre, y cuando se levantó la tapa, el cadáver estaba igual que en 1927 y flotando en el líquido que había estado segregando. Únicamente sus ropas se habían podrido, pero las carnes cedían elásticamente bajo la presión de los dedos como si se tratara de un ser viviente, y las articulaciones seguían flexibles.

Seguramente si se volviera a hacer dentro de 150 años, éste se encontraría igual que siempre.