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sábado, marzo 12

Juanita, La Doncella De Hielo


Juanita asumió con resignación, y tal vez con orgullo, ser elegida por los sacerdotes incas como ofrenda a los dioses de la alta montaña, en uno de los rituales de sacrificios humanos que se realizaban para apaciguarlos.
Ayunó durante todo el día anterior a su sacrificio, y antes de emprender el ascenso al Monte Ampato, lugar elegido para su realización, se vistió con una lliclla y un aksu, que presentaba dos tupus que lo sostenían al cuerpo, estos tupus sostenían asímismo finos hilos por los que pendían adornos en miniatura. Peinó sus cabellos en una fina trenza que los entrelazaba, rematando casi al final en un hilo de color negro que se anuda en una soga.

 Juanita era delgada. Bella y esbelta, con una estatura de 1,40 metros y un peso de 80 libras en el momento de su muerte. No había padecido enfermedad alguna, su dentadura era perfecta y sus huesos fuertes, pues su dieta había sido sana y bien equilibrada.


Llegado el momento se arrodilló resignadamente y esperó tranquila a que el verdugo descargara el certero golpe sobre su cráneo, posiblemente con una macana, que le produjo una fisura de cinco cm., causándole una hemorragia interna que le provocó la muerte.

Una vez realizado el sacrificio, fue cubierta con un manto exterior y su lliclla, presentando esta última, los colores rojo, blanco y rojo, al igual que la bandera del Perú y enterrada por los sacerdotes en la cima del Monte.

En 1995, el arqueólogo Johann Reinhard junto a Miguel Zárete, realizaron ascensión en la cordillera de los Andes, al sur de Perú, concretamente al Monte Ampato, integrante de una cadena de volcanes.
Cuando llegaron a su cima, a una altitud de 6.309 m., divisaron algo que brillaba entre la nieve. Se trataba de un paquete que se había caído de lo alto de la cumbre debido al derretimiento provocado por la ceniza volcánica que había caído desde el volcán en erupción cerca de Sabancaya. Su interior contenía la momia, muy bien conservada de una joven que posteriormente sería bautizada como “Juanita”, también llamada “La Doncella de Hielo”. Todos sus órganos vitales estaban intactos.
 

 Sometida a las pruebas pertinentes, se pudieron conocer detalles de la vida de la joven, comprobándose, según el Proyecto Genoma Humano, que tuvo una estrecha relación con la tribu Ngoge de Panamá y con las viejas razas de Taiwán y de Corea. 


(Durante cinco años, el Proyecto Genoma Humano había recopilado muestras de sangre de todas las naciones de la Tierra, y asignados los grupos de ADN geográficamente. Según esa muestra "la raza humana desciende de los árboles del noreste de África y se extendió por todos los rincones del mundo").

  
La momia de Juanita se encuentra expuesta en el Museo de la Universidad Católica de Santa María de Arequipa, Perú, en el interior de una urna de cristal a una temperatura constante de frío con objeto de que su cuerpo se siga conservando.

domingo, mayo 24

El Niño De Cerro El Plomo

Aún a pesar de que el niño de ocho años había pasado la noche con fiebres altas y diarreas, debido al parásito Trichinella que habitaba en su cuerpo, y que le había provocado la triquinosis, fue despertado al alba a fin de proceder a prepararlo para lo que había sido elegido: el sacrificio. Aún tenía fiebre y sufría grandes calambres y dolores por la enfermedad; para aliviarlo le dieron a mascar hojas de coca.

Lo vistieron con una túnica cora de color negro, hecha con finísimas telas de alpaca y vicuña, con trozos de piel y flecos de lana y lo cubrieron con una manta gris con listas rojas y azul-verdosas. Calzaron sus pies con mocasines de cuero bordados en las orillas, colocaron brazaletes de cobre en sus manos y peinaron su larga cabellera en más de doscientas trenzas, colocando sobra cada una de ellas un cintillo de color negro del cual colgaban hilos de lana negra. Sobre su frente lucía una diadema en forma de dos medialunas y adornaron su cabeza con un tocado de plumas. El se dejaba hacer.


Poco antes de emprender el largo camino hacia el lugar del sacrificio, pintaron su cara con pigmentos rojos y amarillos y le hicieron entrega de dos bolsas, una de lana y otra de plumas, para llevar las hojas de coca. Igualmente le dieron otra de cuero conteniendo lana roja, trozos de uñas y restos de pelo, recuerdos de los ritos del pasaje de una edad a otra, (costumbres andinas), una figurita de oro, otra de plata y una concha probablemente traída del trópico.


Y así, ricamente ataviado con esta indumentaria, emprendió junto a la comitiva el ascenso hacia lo alto de la montaña, hasta llegar al santuario.

Durante el camino fue tratado con mimo, pero aún así, seguramente debido a sus calenturas, sufría escalofríos y temblores. Las plantas de sus pies se iban llenando de llagas, ya fuera por la agresividad del suelo, o por el calzado poco adecuado para ello que llevaba. Cuando el final del camino estaba próximo, le dieron a beber una especie de brebaje con contenido alcohólico y narcótico procedente de hierbas, con el fin de adormecerlo y hacerle más llevadera su salida de este mundo.

El santuario estaba ubicado a una altitud de 5.200 metros, lugar conocido como Cerro Plomo, una de las cumbres más altas de la cordillera de Los Andes, niño fue depositado en una oquedad excavada en el gélido lugar denominada enterratorio, y posteriormente cubierto con lajas. Cercano a él, fue enterrada una estatuilla femenina hecha en plata y vestida con una larga falda, amarrada con una faja a la cintura, con una manta en la espalda, un gran tocado de plumas de aves selváticas en la cabeza, y con adornos y bolsas a la manera del muchacho.

Después de hecho todo esto, la comitiva retomó el camino de regreso y el quedó sólo. Aunque narcotizado, en el fondo de él brillaba una luz de conciencia que le hacía sabedor de que eran sus últimos momentos de vida. . La oscuridad de su nicho aumentó su temblor y su miedo. Se acurrucó de modo fetal, a fin de protegerse y de combatir el frío y cerró los ojos. Su cuerpo fue bajando de temperatura y la hipotermia le provocó sopor y la muerte.

En los últimos instantes de vida vomitó y defecó sobre sí mismo. Así terminó su corta existencia.

(El Niño de Cerro El Plomo en su urna)

En esta misma posición fue descubierto el día 1 de Febrero de 1954, quinientos años después por dos arrieros buscadores de minas. Ni su cuerpo ni su indumentaria habían sufrido cambio alguno a través del tiempo.

Análisis posteriores revelaron que el niño no fue ni agredido ni torturado antes de su sacrificio, que gozó de excelente salud en vida, independientemente de la triquinosis que contrajo, y que se alimentaba de vegetales y carne, probablemente de cerdo salvaje, lo que podría habersela originado.

Sus restos liofilizado fueron introducidos en una urna de cristal refrigerada y colocada en el sótano del museo más importante y con tradición de Chile, como una verdadera reliquia que ha conseguido vencer el paso del tiempo. Está alejada del público en general.

(El Imperio Inca mantenía ceremonias de culto en el Santuario de altura del Cerro El plomo al dios Sol (Inti). Dichas ceremonias se realizaban ante ciertos acontecimientos como guerras, muertes o enfermedades de los gobernantes, y durante los solsticios. Según la importancia de la celebración, se hacían sacrificios humanos de hombres y mujeres jóvenes e incluso niños.)

Fuente de Datos:

*"Cielo de Serpientes" - Antonio Gil, 2008 - Editorial Seix Barral/Biblioteca Breve

*Revista chilena de radiologia